Sweet Storm...

Era uno de esos días que tocaba entrenamiento. Pff... Un entrenamiendo de pacotilla. ¿Qué era? ¿Mostrarle a una rana gigante que no se le tenía miedo? Aura sólo se reía de pensarlo. Su cabello rubio casi albino estaba recogido en una cola, pero su flequillo esta vez no se encontraba sujeto por ninguna pinza.

Vestía una ropa de deporte, de batalla, es decir, una ropa cómoda con la que poder entrenarse por si sóla. Se trataba de un top de color negro y unos pantalones shorts de color blanco. Llevaba de zapatillas unas converse, ya que eran ligeras de llevar, pero no eran adecuadas tampoco para pelear, ya que la suelta era algo fina. En una de sus manos, especificamente la derecha, llevaba uno de esos guantes sin dedos. Eso ya era por moda. No le facilitaba para nada el pelear.

Esa noche anterior había puesto trampas, por si algún demonio caía en ella hacer "experimentos con él"... Había de todo, explosivos, hoyos, e incluso cuerdas que si pisabas una, ya que estaba atada a un árbol te ascendia en el aire quedando bocabajos y quedando colgado.

Después de practicar con un pobre árbol con su guadaña pudo observar un demonio que parecía sospechoso, tal vez quería llegar a la academia y hacer Dios sabe qué. Por lo que se le acercó sigilosamente y escondiéndose en un árbol.

- Vaya, parece que estoy cerca de la academia... Hah, esos patanes pronto suplicarán clemencia...

Se mordió el labio, en efecto, ella no se había equivocado. Por lo que se encaró contra el demonio. Él la atacaba, ella intentaba esquivar aunque algún que otro golpe se llevaba, pero el demonio desconocido no se quedaba corto recibiendo golpes de Aura.

El demonio consiguió echar a correr. Decía que esa "loca" dejara de impedirle el camino. Reía un tanto nerviosa y continuaba persiguiéndole. Pero con tan mala pata que perdió de vista a aquel demonio, él desapareció de la nada, pero ella ya no podía parar de correr, así que intentó parar, aunque sus píes seguían corriendo aunque descendiendo el ritmo. Con tan mala suerte que pisó una de sus propias trampas, la cuerda. Quedó colgando del árbol boca abajo, mientras su guadaña estaba en el suelo y no podía recogerla. Aquel demonio apareció en frente de ella y la hizo burla lo cual la enfureció. El demonio se marchó.

- Grr... ¡Maldita sea! No sé cómo he podido caer en mi propia trampa... -Dio un gran grito de rabia que por todo el bosque se dispersó.

Terminaba de leer la carta que habían enviado cuando un despliegue maligno de Karma hizo que saliera de mi pequeño estimulo de reposo. ¿Sería un demonio? Quizás... me puse en pie, sin guardar la cola o ponerme los guantes. Caminé a paso lento... y de pronto ya estaba en la copa de un árbol siguiendo la persecución de un demonio. El persecutor, para mi sorpresa. Aura.

Jamás invoques al diablo porque se te puede aparecer, es lo que dicen muchos mitos humanos. Y vaya que con Aura se cumple la proeza. Me quedé largo rato viéndola danzar junto al demonio, era de un rango no muy alto por lo cual no intervine, de igual forma hubiera sido Satanas tampoco iba a intervenir. Tenía buenos movimientos y uno que otro error. Era una genio insistía... hasta que el demonio se dio a la fuga. La potencial exorcista corrió detrás de él. Era una maestra manejando la guadaña, estaba realmente excitado tras verla combatir y ya quería ver que juicio aplicaría al intruso... hasta que...

- Grr... ¡Maldita sea! No sé cómo he podido caer en mi propia trampa... -

No. No era tan genial como la idealizaba. Caminé lentamente hasta donde estaba ella después que el demonio se hubo ido. Los exorcista de turno se harían cargo de él en cuanto pisara la primer loseta de la academia. Llevaba mis manos dentro del pantalón y la sonrisa burlona hacía juego a mi gesto en general.

- Insisto. Las rubias son tontas. Deberías de teñirte la melena, quizás con el tinte las neuronas se te reviven... -avisé mientras que la veía colgada. Recogí su guadaña dandole una valoración al arma, era bastante ligera para mí, aunque imagino que para cualquier otro implicaría un peso extremo-. Nehh.. ¿Necesitas ayuda? -pregunté en un tono de duda genuina. Quizás ella podía bajar de ahí sola-. Digo, al fin esa es tu trampa... -hice burla.

Ese estúpido demonio se había largado. Ella se mordía el labio y murmuraba cosas, cosas que un niño pequeño nunca debería de escuchar.
Se zarandeaba del árbol, intentando ceder la cuerda para poder romperla y caer al suelo de un buen golpe. Lo malo era que la guadaña estaba debajo de ella y podría hacerse daño.

Presintió un aroma con su olfato. Un aroma familiar, es decir, un aroma que ya había olfateado antes. Era Mephisto, es decir, el director de la academia Vera Cruz.

- Insisto. Las rubias son tontas. Deberías de teñirte la melena, quizás con el tinte las neuronas se te reviven...
- Nehh.. ¿Necesitas ayuda?
-Digo, al fin esa es tu trampa...

- Tsk.. ¡Vamos Mephisto! Corta la cuerda con la guadaña y no te quedes ahí como un imbécil.

Ella seguía siendo una mal hablada cuándo estaba en estas situaciones. Al estar boca abajo su camiseta se subía, es decir, ya que al estar boca abajo todo su cuerpo está hacia el suelo por la gravedad su camiseta se le subía. Con una mano tiró de ella, sujetándola todo el rato y con la otra lo señalaba, totalmente enfurecida.

- ¿A qué demonios esperas Mephisto? Estoy incómoda así... -Extendió su mano más hacia él- Dame mi guadaña, yo cortaré la cuerda, qué remedio... Si tú estás ahí embobado burlándote de la situación no me voy a librar hasta ni dentro de siglos.

Tsk.. ¡Vamos Mephisto! Corta la cuerda con la guadaña y no te quedes ahí como un imbécil.

Sonreí divertido mientras le daba la espalda y veía por el reflejo mi cabello bien cuidado. Debía de exponerlo un poco más al sol, empezaba a oscurecerse de ser así terminaría siendo una copia del padre. Aunque, también lograba ver algo más allá, más interesante que mi cabello.

¡Por las barbas de Lucifer! ¿Qué mierda hacía viéndole los pechos a Aura? Me recriminé mentalmente mientras que pegaba mi frente contra la hoja de la guadaña.

¿A qué demonios esperas Mephisto? Estoy incómoda así... Dame mi guadaña, yo cortaré la cuerda, qué remedio... Si tú estás ahí embobado burlándote de la situación no me voy a librar hasta ni dentro de siglos.

Me alejé un paso para que no me cogiera ni por descuido y me giré hacía ella con la gracia y elegancia misma de un cisne (?), a tiempo que colocaba detrás mío la guadaña.

- Dime linda... ¿Qué voy a ganar con bajarte? -pregunté en un tono algo seductor, no porque quisiera seducirla, solo lo hacía para meterme con ella y hacerla exasperar más.

Todavía se encontraba colgando, y sujetando su camiseta para no mostrar más de sus partes "prohibidas". Lo miraba desafiante, él se intentaba burlar de ella cada vez más, y encima el sol ya se escondía, se acercaba la hora de regresar a la academia y volver a su habitación para descansar.

Dime linda... ¿Qué voy a ganar con bajarte?

- Mephisto... Déjate de bromas y dame mi guadaña... Un demonio desconocido se aproximará a la academia... Si me liberas, me encargaré de él, te lo aseguro... Tengo cuentas pendientes con ese desgraciado... Así que... ¡Dame mi maldita guadaña, porque necesito y quiero liberarme de este maldito árbol! Agh... Supongo que gritándote y mal hablando no voy a conseguir nada, pero supongo que sabrás que yo me exalto enseguida...

Por una vez le estaba hablando sinceramente y con buenas intenciones, pero eso se pasó enseguida y seguía moviéndose y zarandeándose para poder escapar cediendo al dichosa cuerda.

- Mephisto, dame la guadaña... ¿No te das cuenta? ¡Está anocheciendo! Por no decir que el sol se esconde ya. Se va a hacer tarde para volver a la academia, y luego el castigo quién se lo va a llevar voy a ser yo no tú porque llegaré tarde a las clases de la mañana. Así que... Se un buen chico y dame mi guadaña.

Ella exigía su guadaña como si de una cría pequeña se tratase, ciertamente, esa había sido su guadaña durante muchos años. Si veía que estaba en manos de otros, le entraba el pánico. Y más en una situación como esa.

...
...
...

Observaba cada paso que él daba, callada y observándole detenidamente. Pero de repente... Él hizo algo que nunca debió hacer. Hizo desaparece su guadaña, lo cual enloqueció un poco a Aura.

Se ve que ese demonio peligroso había llegado a la academia, y la gente de allí, mejor dicho los profesores estaban luchando contra él... Sacó una especie de comunicador, dónde se escuchaban tiros y gritos. Se ve que el dueño del otro comunicador era Yukio Okumura. Uno de los profesores, y encima, el más joven de ellos.

- ¡Perfecto! Trata de grabar toda la acción con la camara de tu móvil y procura ponerlo en mi cuenta de la red social...
- No te preocupes por el tío ese... Aura-chan... Okumura-sensei se esta encargando de él...

Él se acercó a ella,y todavía no sabe cómo, ya que no le prestaba atención la hizo liberarse, y antes de caer la elevó. Segundos después, él la ofreció la mano de una manera muy señorial y educada.

- ¿Necesitas ayuda, Aura-chan?

Ella no respondía en sí. Tan sólo se levantó tirándose encima de él. Quedando él debajo de ella en la tierra. Ella lo miraba con la mirada desafiante y deslizo sus pequeñas y frías manos por el cuello de Mephisto mientras reía de una manera distinta de la que se reía ella.

- Mi guadaña... ¡Hiciste desaparecer mi guadaña! -Dijo, mientras lo asfixiaba un poco.- Quiero mi guadaña, más te vale entregarmela o sé de alguien que no va a llegar a comer ni un sólo dulce más.

Continuaba intentando asfixiarlo, pero no daba resultado. Él parecía ni inmutarse de que ella le intentase asfixiar. Es más él sonreía con una sonrisa ancha. La cola de demonio que tenía Mephisto acudió en su ayuda y detuvo una de las muñecas de la joven Aura, haciendo que se detuviese.

- Si me matas... jamás recuperaras tu guadaña..

Eso es lo que dijo él. Él parecía ahora ser peligroso, e incluso había parecido cambiar totalmente de personalidad.
De repente una de las garras que tenía por manos Mephisto, le tocó a Aura su fino cuello, haciendo algo de presión y dejando un pequeño corte del que caía sangre formando un recorrido. Acto seguido, fue él quién se le puso encima a ella.

- Tsk... ¿P-por qué me has hecho este corte, pedazo de imbécil? -Dijo, mientras intentaba ocultar lo asustada que estaba. Era mejor seguir aparentando ser una chica dura, que antes de ponerse a llorar, cómo habría hecho de pequeña.

Él se estaba comportando de una manera muy extraña, e incluso llegó a relamerse y recorrer el recorrido que había dejado la sangre, lo cual la hizo estremecerse a tal punto de que alguna que otra lágrima se asomase por el rabillo de sus ojos.

- Nnh... Ahora enserio... Quiero irme a la academia. - Ya no le gustaba la idea de estar allí sóla, a una gran distancia de la academia, dónde seguramente nadie podría escucharla. Encima, ya era casi de noche, y la oscuridad le daba pánico.

Verdaderamente ella estaba asustada. Ese no era el Mephisto al que ella podía volver "loco". Bueno, ciertamente todo eso también era por su culpa. Mephisto Pheles, su director, se había vuelto loco ya que ella lo condujo a ello.

- Ya te lo había dicho el otro día... Te estoy probando... o creo que la expresión correcta es... te estoy degustando...

Sí, pero era diferente, el otro día lo que él hizo fue lamerle la mejilla, no hacerle un corte en su delicado y fino cuello y lamer y relamer la sangre que salía del cuello. Ella estaba asustada, completamente asustada. Pero nunca en su vida volvería a llorar. Eso estropearía su orgullo e imagen de chica dura.

- ¿A que le tienes miedo, Aura?
estando conmigo nada te pasara...
lo prometo...

- Tsk... Yo no le tengo miedo a nada y lo sabes... ¿Que estando contigo no me va a pasar nada? Oh, claro... No pasa nada porque un depravado mental me lama la sangre del cuello que él mismo ha provocado a salir... Es lo más normal del mundo... Y te repito... Quiero irme a la academia a descansar, ha sido un día agotador, mañana ya me devolverás mi guadaña...

- Dime, Aura-chan... ¿Alguna vez has dejado de ser tan bocazas?

- Siempre he dicho lo que he pensado... Y no me avergüenzo de ello... Y que sepas una cosa, Mephisto Pheles... Yo nunca voy a tener miedo, y es más... ¡Nunca voy a tener miedo de ti! ¡Y eso que nunca se te olvide!

Sus pupilas se hicieron más pequeñas, pero no del todo. Si se volviesen diminutas ella necesitaría ser encerrada, o incluso los del Vaticano intentarían exterminarla. De su cuerpo salieron unas llamas azules, había escuchado que un chico llamado Rin, sí, el famoso Rin... También tenía esas llamas, lo cual ella no era la única en tenerlas. Intentó librarse de él, y es más, consiguió apartarlo de encima, pero al minimo esfuerzo sus llamas desaparecieron. Todavía no era capaz de controlarlas, y sin su guadaña las llamas duraban muy poco.

Consiguió levantarse, aunque un tanto pareada, las llamas la sacaban mucha energía sin su guadaña, ella estaba indefensa ante el peligro. ¿Qué debía hacer? Si quedarse allí era peligroso, dado que Mephisto estaba descontrolado, pero también era peligroso corretear por el bosque a oscuras. No lo dudó ni un momento, e intentó echar a correr, o mejor dicho a escapar, pero no tenía fuerzas ni para ello, por lo que intentó marcharse andando, aunque lastimosamente, a ese paso él con un ligero andar la alcanzaría.

Escapa de él, aunque ciertamente, era estúpida por echar a escapar en su estado. Ya casi sin fuerzas. Miraba hacia todos los lados, intentando ocultarse en algún sitio hasta que sus llamas cesasen o se agotasen. No encontraba ningún lugar en el que esconderse, por lo que miró hacia el suelo mientras caminaba torpemente.

De repente, sintió como algo agarraba su muñeca. De repente se encontró empotrada contra un árbol y con Mephisto delante de ella, cada vez más impidiéndole el espacio para poder moverse. Con el golpe del empotramiento, sus llamas cesaron, dejándola un tanto débil. Al fin y al cabo, todavía no sabía controlar sus habilidades, y se cansaba enseguida si es esforzaba.

Alzó la mirada hacia él, y entrecerró un poco los ojos mientras reía de nuevo de una manera nerviosa, y acto seguido se mordió la carne interior del labio inferior para tranquilizarse. Escapar ya no servía. Tan sólo quedaba demostrar que no le temía, aunque ella misma se delataba con sus actos y su voz al tartamudear.

- Oh, Mephisto... Perdón por haber parecido una simple niña... -Su mirada recuperó el típico brillo que de ellos despendrían. Ese brillo que le salía cuando burlaba a los profesores y estaba victoriosa. Ese brillo que obtuvo en verdad cuando salió de su despacho, sin ningún castigo.

- Peeero~... No está bien que una alumna esté tanto tiempo fuera de la academia... Mis compañeros de habitación se preocuparán, avisarán a todo el profesorado y... ¿Dónde está Mephisto?... Me buscarán, me encontrarán, y de esta boquita saldrá todo~